Antología de inserciones pagadas
En México nunca ha existido el estado de derecho: sólo un estado chueco; árbol que nació torcido y jamás su tronco enderezó. Pero nótese qué curioso: en el marco de la toma de rectoría todas las voces sin distingo de colores, provenientes del caduco espectro derecha-izquierda, enarbolan e invocan casi neuróticamente el estado de derecho, para exigir, también neuróticamente, el desalojo del edificio de rectoría. Hasta parece que reciben “cuota” para incluir el concepto en sus espacios o colaboraciones. A la manera de inserciones pagadas, las propagandísticas afirmaciones siguen más o menos esta tesitura: “Hay un despojo a la UNAM y se debe aplicar el estado de derecho”. Y así hasta el infinito, o hasta el hastío. Otros evocan, poseídos por una especie de nostalgia porfirista, el “imperio de la ley”, y acusan a los jóvenes estudiantes, no sin colérica animadversión, de minar la consecución de este ideológico adefesio de la sofística jurisprudencia norteamericana. No pocos salen del closet, envalentonados por la pornográfica coyuntura, e impúdicamente pasean su derechismo de vocación, a menudo enmascarado con su izquierdismo de afición. Con el ego autoritario henchido hasta la hipertrofia, mi buen Néstor de Buen escribe sin rubor: “La UNAM merece mejor trato. En cierto modo el Estado tiene la palabra [sic]. La recuperación de las instalaciones por la vía de la fuerza estatal no violentará la autonomía. Por lo contrario, constituirá su mejor apoyo”. Antes el gobierno torcía la argumentación para allanar el camino a la represión. Ahora los propios docentes asumen voluntariosamente la tarea. Y no podían faltar los amanuenses, ese distinguido séquito de copistas a sueldo que reproducen febrilmente las ocurrencias verborréicas de la autoridad en turno. En la protocolaria conferencia de medios, José Narro “fijó la postura de la universidad” (o su postura): “Exhorto a quienes indebidamente han tomado nuestras instalaciones a que las desalojen de inmediato… A esos grupos sin razones válidas, que hacen el juego a las posiciones más conservadoras, que no tienen legitimidad alguna”. En seguida vino la cascada de reproducciones: “En este marco, estoy convencido de que el grupo o los grupos que están detrás de la toma de rectoría sirven finalmente a las fuerzas más conservadoras del país” (Javier Flores); “En mi opinión, estos grupos hacen el juego a los sectores más conservadores del país, que buscan acallar o dañar a las instituciones de educación superior públicas” (otra vez Javier Flores).
“Los encapuchados”: la amarillista narrativa de Televisa
Desconocía la fuente del calificativo. No tengo televisor en casa. Y evito con empeño cualquier exposición a esa caja bidimensional que ya es tableta tridimensional. Por un traspié involuntario, mi horario de la cena –en un changarro de garnachas con tv– coincidió con la hora del noticiero nocturno de un teacher que no es maestro. El programa de noticias que no es noticiario arrancó así: “El grupo de encapuchados que tiene tomadas las instalaciones de rectoría…”
Uno asume natural que los incautos e incultos incurran en la repetición de las fábulas de la gran productora de fábulas: Televisa. Pero llama fuertemente la atención, que esta narrativa de la “casa” de “Laura en América” permee además en los espacios informativos que se asumen educados, veraces, cultos. En el relato amarillista de la televisora, los estudiantes, algunos menores de edad, figuran desprovistos de cualquier cualidad: todo se reduce a su condición más superficialmente visible –la de “encapuchados”. Adviértase cuán efectiva es la penetración de la rudimentaria e infausta narrativa de la máxima casa del anti-didactismo: “Temen encapuchados posible ingreso de la policía a CU” (Milenio); “Encapuchados de la UNAM llaman a diálogo a las autoridades” (La Jornada Jalisco); “Encapuchados seguirán en la UNAM; instalan plantón” (Excélsior); “José Narro hará un anuncio sobre la toma de rectoría por parte de un grupo de encapuchados” (El Universal); “Carta dedicada a los encapuchados secuestradores de la Rectoría de la UNAM” (La Razón); “Tres tardes con los encapuchados” (Reforma); “Encapuchados piden una mesa de dialogo con Narro” (CNN); “Encapuchados liberan la rectoría de la UNAM” (Proceso).
Cubrir para descubrir
“No queremos la reforma educativa en los CCH ni que se criminalice la protesta. Ustedes nada más ven el reflejo de estos vidrios rotos, pero no las cámaras que nos vigilan en el CCH Naucalpan, la represión en contra de nosotros”, exclama uno de los estudiantes –que no encapuchado–, recordándonos a todos la vulnerable situación del estudiantado en México. E insiste: “los medios de comunicación masiva nos atacaron. A la gente no le interesa nada porque somos estudiantes” (La Jornada).
¿Acaso en esta truculenta historia de inédito bullying nacional, alguien se ocupó de averiguar las causas de la toma de rectoría?
Los estudiantes imaginaron que al cubrir sus rostros se descubriría el régimen de abusos que impera en los CCH, especialmente en el de Naucalpan, donde por cierto nadie escucha sus demandas, y sí en cambio se les reprime con músculo porril.
Ante el cerco, una primera explicación…
Reproduzco textualmente el testimonio de uno de los 5 alumnos expulsados de CCH Naucalpan el 5 de febrero del presente año, sólo por oponerse a la reforma al plan de estudios de este subsistema de bachillerato universitario (y sugiero que se visite la fuente original http://www.comitecerezo.org/spip.php?article1471&lang=es):
“Aproximadamente a las 8:15 pm nos retirábamos de la escuela y en la entrada principal se encontraba el mismo sujeto que me agredió (José Mariano Rangel Castillo) y nuevamente me empezó a agredir verbalmente y también a mis compañeros: “pinche bola de mugrosos, váyanse a bañar a su casa”, estaba en un estado muy alterado, en esos momentos el Secretario General Keshava Ronaldo Quintanar Cano y Damián Alberto Feltrin Rodríguez lo detenían para que no nos agrediera e incluso lo metieron a la caseta de vigilancia que se encuentra en la entrada principal de las instalaciones, el agresor logró zafarse de quienes lo detenían y se dirigió hacia mí con la intención de darme un puñetazo en el pómulo derecho, lo cual evadí y mis compañeros me empezaron a defender de dicha agresión; es el momento en que aprovechan otros servidores públicos pagados por la UNAM para golpearnos a todos los que ahí nos encontrábamos, los agresores que puedo reconocer y en dado caso con el apoyo jurídico necesario poner una demanda son: Ricardo Gonzales Guevara, Olga Adriana Frausto Gutiérrez, Randy Adán Ángeles Sánchez Luis Gregorio López de la Cruz, Gerardo Gómez Villagómez y el mismo primer agresor José Mariano Rangel Castillo…”
Y los porros...
- “¿Y los porros apá?”
- “No hijo, los porros no toman la rectoría… allí despachan regularmente”.
Fuente: La jornada Veracuz http://www.jornadaveracruz.com.mx/Noticia.aspx?ID=130503_053516_634