UNAM: Todavía estamos a tiempo


El 19 de abril de 1999, después de un intenso proceso de movilización social –marchas, asambleas, un referéndum, etc.-, miles de estudiantes nos dimos cita en las preparatorias, cch´s, escuelas y facultades de la UNAM para iniciar una huelga contra el reglamento general de pagos que intentaba imponerse. Así, el 20 de abril amanecimos con más del 80% de las escuelas tomadas. Para el 22 del mismo mes casi toda la UNAM –habíamos decidido no cerrar los institutos de investigación- estaba bajo resguardo de estudiantes, profesores y trabajadores organizados en contra de la avanzada neoliberal.

En aquellos días, nuestras demandas, métodos y movilizaciones contaron con gran aprobación por parte de un importante sector de la sociedad. Pronto las y los jóvenes nos pusimos a la cabeza de un movimiento social con gran fuerza. Así lo reconocieron múltiples organizaciones sociales que hicieron de nuestro movimiento su principal aliado. Otras fuerzas políticas encontraron en esa generación un semillero de militantes y líderes sociales y comunitarios.

Todos conocemos el desenlace de aquella huelga. Al respecto tenemos opiniones encontradas. Pero más allá de los “juicios subjetivos”, de los “prejuicios ideológicos” y hasta de las “reflexiones pasionales”; nadie puede negar dos resultados concretos de aquel proceso: 1) el reglamento general de pagos fue rechazado y con ello también parte del proyecto neoliberal en la UNAM y 2) el movimiento estudiantil y juvenil quedó sumamente lastimado, el tejido social universitario roto y las nuevas generaciones “vacunadas mediáticamente” contra el discurso de los activistas.

A pesar de las diferentes organizaciones y manifestaciones de jóvenes y de estudiantes por todo el país que vinieron después del 2000 –año en que se puso fin a la huelga de la UNAM con la entrada de la Policía Federal Preventiva, la violación a la autonomía universitaria y el encarcelamiento de varios centenares de compañeros y compañeras-, es realmente hasta el 2012 cuando las juventudes volvieron a evidenciar su potencial transformador como sujeto político y social articulado en el #YoSoy132. El contexto político, social y económico contribuyó a ello, como también abonó la agudización de la crisis de legitimidad y de representatividad de las instituciones políticas en toda la república.
Hoy el movimiento juvenil y estudiantil está nuevamente amenazado. La reciente toma del edificio de rectoría en la UNAM sirve como pretexto para ello. Sobre esta situación van las siguientes reflexiones:

1) No se trata de condenar o criminalizar la toma de rectoría o de cualquier otro espacio para visibilizar o presionar políticamente. En los movimientos sociales antes hemos utilizado esos u otros métodos más radicales para alcanzar nuestros objetivos. Reivindicamos la recuperación de tierras o la ocupación de plazas públicas. Inclusive reconocemos el legítimo derecho de los pueblos a la rebelión y la autodefensa. Lo que en este caso en particular debemos cuestionar es la falta de organización y consenso, la falta de una estrategia y un discurso claro sobre medios y objetivos, pero sobre todo, el arrojo vanguardista que pareciera buscar generar mártires y situaciones extremas para despertar apoyo a la causa.

2) La imposibilidad de transformar positivamente al país por la vía institucional, la terrible guerra en la que nos han sumergido desde 2006, los efectos propios del capitalismo-neoliberal y la agudización de las condiciones de opresión y dominación, entre otras razones, han provocado que el discurso y las acciones de confrontación directa contra la burguesía, el Estado y sus fuerzas represoras cobren gran fuerza. A pesar de que éste discurso y éstas acciones han sido características de las fuerzas revolucionarias de izquierda, vale también reconocer que en distintos momentos el mismo discurso ha sido bien utilizado por las fuerzas dominantes para ampliar y profundizar su poder.

3) Aunque estas acciones sean emprendidas con fines y actores legítimos, si no es resultado de un proceso que involucre y se legitime con el apoyo de las mayorías, se corre el riesgo de generar un enorme retroceso en el que grupos reaccionarios de derecha y extrema derecha se re-articulan para confrontar a un enemigo común.

4) Al analizar la toma de rectoría y los distintos actores involucrados en ella, sería pobre decir que es solamente un conflicto entre “ccacheros” y autoridades; al igual que lo sería no reconocer la existencia de otros poderes en la propia UNAM, en el gobierno federal y en el Partido Revolucionario Institucional, para los que José Narro Robles es incomodo.

Mediáticamente, los poderes formales y reales de este país han aprovechado perfectamente los “errores” de los ocupantes de rectoría para reducir a eso el gran movimiento juvenil y estudiantil que ocupó las calles en 2012. La creatividad, la festividad, la imaginación, la pluralidad, el diálogo y las varias características que destacaron la irrupción de las juventudes a través del #YoSoy132 intentan ser reducidas a las acciones “erradas” de un grupo, que para decirlo de paso, han sido cuestionadas y hasta rechazadas por un amplio sector de universitarios. Todavía estamos a tiempo de detener este golpe. Para ello se requiere de la participación activa de la comunidad universitaria. Sólo así impediremos que otros usurpen nuestro lugar. Evitemos que los extremos nos eliminen.